“El fútbol”, decía Henry Kissinger, “es la encarnación de la experiencia humana”. Unos meses antes de su muerte (el miércoles pasado, con 100 años de edad), el ex superpoderoso Secretario de Estado de los Estados Unidos explicaba su pasión futbolera a la web del club alemán Bayern Munich. “Al más alto nivel”, decía Kissinger en aquella entrevista, “el fútbol es complejidad disfrazada de simplicidad”. Es “un juego maravilloso para las masas, que pueden identificarse plenamente con sus pasiones, sus triunfos repentinos y sus decepciones inevitables”. Un juego que “garantiza una adicción permanente a una mezcla de esperanza, miseria y júbilo”. Y con héroes (decía Kissinger, que amaba a Franz Beckenbauer) que “se convierten en mitos cuando enriquecen la vida de todos y tocan nuestros corazones”.